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Dámaso “Superman” González

Dámaso “Superman” González

En la mitad de las pasadas Corridas Generales, falleció en su tierra natal el matador de toros Dámaso González (Albacete, 1948-2017), con una trayectoria profesional muy ligada a Vista Alegre, en el que debutó el mes de agosto de 1969 (Paco Camino y El Viti, con toros de Antonio Pérez de San Fernando). Desde entonces y hasta la temporada de 1993 –que acudió por última vez-, su nombre se hizo imprescindible en veinte y ocho ocasiones, en las que resultó premiado con catorce orejas; en cuatro ocasiones por partida doble. Tres tardes los bureles pertenecían a la ganadería de Joaquín Buendía -a la que, en más ocasiones –cinco- midió sus conocimientos en el ruedo de Abando-. Los últimos años en activo, también despachó otros cinco sextetos de Miura, a los que sólo seccionó una oreja.

 

Ya la tarde de su presentación en el coso bilbaíno, Tabaco y Oro, en La Gaceta del Norte, ejerció de adivino y definió con claridad su manera de entender y practicar las distintas suertes del toreo:

 

Torea siempre muy encima, con lo que sí el toro no va largo de por sí, lo ahoga y le obliga a topar. Torea siempre al pitón contrario –esa es su defensa, aunque para ello tanga que apoyar el cuerpo en pitón de dentro-, y. apenas abierto el toro, gira en la cabeza, sin correr el brazo hacía atrás, dejando siempre el engaño en la cara del bicho. Si el toro va largo, el muletazo luce. Si no, el pase es corto mientras el torero gira siempre delante del animal.

Y todo eso, sazonado con estarse ahí, donde el toro asusta, y una tendencia al estatismo que sobrecoge. Lo dicho: “ayes”, y no “oles”. ¿Porvenir? Yo no soy pitóniso, pero puede depender de que ese pitón de fuera, funcione siempre como válvula de escape”-

 

El siguiente año, 1970, Dámaso, ya en el papel de primera figura del toreo, actuó dos tardes en el abono botxero. La segunda ocasión, fue premiado con las dos orejas de un Buendía, y eso que no pudo estoquear a su segundo oponente tras herirse con una puya. El mismo revistero de La Gaceta, siguió definiendo la personalidad del diestro:

 

“Dámaso González se mete en el toro al principio de la faena y no sale de ahí. En el terreno prohibido. Clavado en el peligro, sigue el viaje del toro con su muleta lenta, baja, siempre en la cara del toro. La emoción es continua, como continuo es el despliegue de los lánguidos muletazos. Dámaso González, pálido, mínimo, casi fantasmal, ni siquiera defiende su terreno: aguanta, aguanta y aguanta. Y así corta las orejas.

Dámaso González practica el heroísmo de los toreros cortos, que, pase lo que pase, tienen que imponer sus limitaciones a los toros y a los públicos”.

 

La única oreja de un Miura que acabó en el esportón del estoqueador albaceteño, permitió a Javier Bengoechea, diez años después de su presentación en el coso de la Dama Taurina, resumir su singularidad:

 

“Increíble Dámaso González, con todo en contra para ser torero y sintiéndolo, y grande”.

 

Dámaso González fue un diestro de apariencia algo desgarbada, ojos muy abiertos y mirada penetrante, que a veces acababa las faenas medio descorbatado y parecía que le sobraba hasta chaquetilla, que utilizaba unas muletas tan grandes que hacían su estatura aún más reducida, pero que las movía con maestría y poder, metiendo en las mismas la cara al toro de la que no le dejaba marcharse. Tanto, que fue el “inventor” de los pases en redondo de 360º grados; interminables, cuando ligaba varios seguidos…que en cualquier caso generaban una gran transmisión con los espectadores. En resumen, fue un torero poderoso, constante, valeroso…a la vez que sencillo y amable. ¡Agur maestro, la afición bilbaína nunca olvidará su honestidad!

 

Antonio de Monterrey

Octubre, 2018