El bar Metrópoli y el barrio de putas, ’La Palanca’
Todas las mañanas, el Café Metrópoli levantaba sus persianas en la Alameda de Recalde esquina con la Plaza Elíptica. Supropietario era un tal Patxi Torrontegui, natural de Munguía. Desde su fundación en 1942 y hasta tu desaparición a finales de los años sesenta, fue uno de los cafés bilbaínos más populares.
Entre sus clientes mas chirenesse encontraba un tal Perú Camiña, que pesaba nada menos que 120 kilos, feligrés habitual de las casas de latrocinio más conocidas de “La Palanca”; barrio de putas del con frecuencia descendía directamente al confesionario del famoso jesuita, padre Lojendio, quien ante la reiteración en solicitar el perdón eterno de sus pecados, al finalizar una de sus habituales excursiones erótico-etílicas, optó por solicitarle que no acudiese más a visitarle para no tener que aguantar los efluvios olorosos que destilaba, garantizándole el perdón eterno de todos los pecados que pudiera cometer en el futuro.
Otra anécdota que protagonizó una cuadrilla de amigotes radicada en el Metrópoli, que igualmente frecuentaba La Palanca, era la que justificaba sus interminables ‘noches de putas’, en las que un famoso medico se justificaba con su esposa, sobre las cinco de la mañana, afirmando que “había salvado una vida más”.
Entre las actividades mas habituales del Metrópoli, todas las Semanas Grandes, las pareces del establecimiento servían de galería de arte a las obras que exponía el pintor madrileño, González Marcos, al tener su colega García Campos, ocupados los correspondientes del hotel Carlton. Sus mesas llegaron a acoger la sede de la ‘Peña El Cordobés’ fundada por Fernando Atxukarro.