San Fermín, 1936, patio de espera de la Guerra Civil
El 2 de julio de 1936 se celebró la tradicional Corrida de la Asociación de la Prensa de Madrid (Manolo Bienvenida, Ortega, Rafaelillo y Pericas, con toros de Carmen de Federico). Tres días más tarde se programó una nueva función en el mismo escenario (Chicuelo, Maravilla y Valencia II con reses de José María López-Cobo).
Los toreros mexicanos habían dejado el sitio expedito a los espadas nacionales. Esos mismos días la programación taurófila se extendió a los redondeles de Tetuán de las Victorias, Barcelona, Valencia, Palma de Mallorca, Castellón, Teruel, Cádiz, Badajoz, Orense, Santander, Gijón, Cabra, Orán (Argelia)… En la plaza de Salamanca, Juanita Cruz cortó dos orejas y un rabo a un utrero de Villarroel.
Pronto las hojas del calendario alcanzaron las fechas de la feria de San Fermín. Los cinco festejos del abono pamplonica –cuatro corridas de toros y una novillada– se jugaron con normalidad entre los días 7 y 12 de julio. Salvo, el festejo inaugural se pospuso imperativamente por culpa de la lluvia ininterrumpida que no paró de caer el domingo día 12, justo el mismo día que asesinaron al teniente de carabineros José Castillo, en Madrid. Entre los matadores escriturados se encontraban el Niño de la Palma, Domingo Ortega, El Estudiante, Rafaelillo, Manolo Bienvenida, Curro Caro y Jaime Pericas. En la novillada de feria comparecieron los imprescindibles aprendices, Sánchez Mejías y Belmonte Campoy.
Los populares encierros matutinos registraron la afluencia de varios miles de forasteros, entre los que pasó desapercibido un grupo de futuros militares felones: Joaquín Fanjul Goñi –encargado de la revuelta en Madrid–, Emilio Mola, un hijo del general Sanjurjo, el aviador Juan Antonio Ansaldo y el coronel Carrasco –responsable del levantamiento armado en Guipúzcoa–, quienes aprovecharon la coartada que les ofrecían las fiestas navarras para perfilar los últimos detalles de la asonada. Uno de esos días fueron sorprendidos sentados en un velador del café Kutz, donde protagonizaron un altercado verbal con un grupo de militantes izquierdistas situados en una mesa vecina. Los aficionados locales tuvieron que esperar hasta el mes de julio de 1939 para volver a presenciar nuevos espectáculos taurinos.
El domingo 12 julio todavía se pudo asistir a corridas de toros y novillos en los ruedos de Madrid (José Neila, Torerito de Triana y Pedro Barrera), Pamplona (El Estudiante, Curro Caro, Rafaelillo y Pericas), Sevilla (Paco Cester, Diego de los Reyes y Pascual Márquez), Valencia, Zaragoza (Francisco Rodríguez Niño de la Alhambra, Antonio Jiménez Faraón y Manolito Serrano), Gijón (becerrada benéfica), Valladolid (Juanita Cruz, Florentino Ballesteros y Cayetano Palomino), Pontevedra (Joselito Romero, Antonio Plaza y Gabriel Alonso), Zamora (una becerrada con la intervención de tres noveles), Jerez de la Frontera, Cáceres, Murcia, Cádiz, Huelva, Burdeos (Ortega y Rafaelillo), Guadalajara, Salamanca, Tetuán de las Victorias (José Jaén, Luis Cruz Morales y Pepe Salvador) y El Ferrol (Manolo y Pepe Bienvenida). Por el contrario, las corridas de San Jaime en Valencia y de Santiago en Santander se quedaron con los toros en los corrales[i].
El 19 de julio estaba anunciada una corrida de novillos en Las Ventas (Félix Almagro, Raimundo Serrano[ii] y Paco Godín con astados de Celso Cruz del Castillo, a quien unos meses después le incautarían su cortijo). A las 12 del mediodía se procedió al preceptivo sorteo del ganado anunciado con normalidad, con la presencia de la autoridad competente y de los representantes de cada uno de los espadas. A primeras horas de la tarde, y ante el gravísimo cariz que mostraban los enfrentamientos armados que salpicaban las principales calles madrileñas, se convino en suspender el festejo.
Numerosos aficionados que no se habían enterado del aplazamiento acudieron puntualmente a la cita se sorprendieron al comprobar que los portones del recinto venteño se encontraban cerrados a cal y canto, lo que llevó a uno de ellos a exclamar: “¡No ha venido ni el Tato!”. Igual suerte corrió el festejo previsto esa misma tarde en el coso de Tetuán de las Victorias[iii] (Benito F. La Rosa y Bernardino Cabañas[iv], con un encierro de Leopoldo Abente, cuya ganadería también resultó totalmente esquilmada unos días después). A partir de ese día, las reses bravas se quedaron en los cercados y los vestido de torear colgados en los armarios.
Antonio Fernández Casado
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[i] En 1936 falleció el gerente del principal coso montañés, Pedro Santiuste, durante muchos años promotor de los festejos del circo de Cuatro Caminos santanderino. La campaña de 1936 había arrancado el 24 de mayo con la actuación de los aspirantes locales Tijerillas y Caleruco. En junio un festejo de noveles y una novillada sin picadores pusieron el imperativo punto final a la temporada. A finales del mes de agosto de 1937 las tropas nacionales tomaron la ciudad de Santander. Su anfiteatro taurino se reconvirtió en un campo de prisioneros provisional en el que se hacinaban varios miles de milicianos y gudaris vascos a la espera de ingresar en prisión. La guerra civil impidió la celebración de la feria santanderina hasta el 7 de agosto de 1938 (Lalanda, Cagancho y Ortega). Los días 14 y 28 del mismo mes se programaron dos corridas de toros en sustitución de las correspondientes a la feria de julio.
[ii] Raimundo Serrano, novillero madrileño de nacimiento y riazano de adopción, prodigó sus actuaciones novilleriles en los años treinta. El 28 de junio de 1931 uno de sus banderilleros, Eugenio Soto Sotito de Cádiz, sufrió una cornada en el vientre a consecuencia de la cual falleció en la plaza de Haro. Los días 11 y 12 de septiembre de 1939 despachó un encierro de Juan Gallardo en Riaza.
[iii] La plaza de toros de Tetuán de las Victorias se encontraba radicada en un pueblo alejado varios kilómetros del centro de Madrid –en el actual barrio de Cuatro Caminos–, posteriormente anexionado a la capital y bautizado con el nombre de Tetuán de las Victorias en recuerdo a una batalla que aconteció en los albores de 1860, durante el reinado de Isabel II, en la que España ganó al Sultán de Marruecos.
La construcción de esta plaza de toros se remonta a 1870 y contaba con aforo para 5.000 espectadores. A finales de siglo se levantó un segundo recinto, inaugurado en 1900, con capacidad para 7.000 personas. Sin ningún interés arquitectónico, resultó derruida por los bombardeos nacionales. Nunca volvió a abrir sus puertas.
[iv] Bernardino Cabañas (Medina de Rioseco) era un novillero a quien se conocía como el “Rey del Valor”. Unos años después ejercía de asesor taurino de la plaza de toros de su ciudad natal, donde aún vistió de luces el curso de 1944.