Taurologia. La Reverte y El Reverte, novillera y novillero

Novillera y novillero

Por su parte la futura novillera, Agustina María Salome Rodríguez, más conocida como La Reverte (Navas de San Juan, Jaén, 1878 – 1942), de tez morena y fuerte constitución física, encontró su primer empleo de peón en la misma mina jienense en la que trabajaban sus progenitores y en la que realizaba idénticas tareas que los hombres. Hasta que una tarde se quedó prendada de la actuación de Dolores Sánchez La Fragosa (Guillena. Sevilla, 1886) en la plaza de toros de su pueblo y a quien decidió emularla previo cursillo de aprendizaje acelerado a las órdenes de un antiguo banderillero cordobés.

De manera que durante varias temporadas acumuló una gran experiencia y más méritos toreando en numerosos cosos pueblerinos hasta que consiguió que la anunciasen en la plaza de toros de Madrid, donde la prensa especializada sentenció que tenía más facultades para la lidia que muchos toreros del sexo opuesto. Por desgracia, de vez en cuando sus genes varoniles le jugaban algunas malas pasadas, como a finales de 1903, cuando fue condenada a cuatro años de cárcel por propinar una paliza a un hombre.

En octubre de 1907 acudió al coso de Lisboa (La Joseilla y La Pepita), donde gozaba de un prestigio sólido. Un año después, cuando ya llevaba doce temporadas en activo y había estoqueado más de quinientas reses bravas, el gobierno prohibió torear a las mujeres en público, por lo que La Reverte, después de agotar todos los recursos legales a su alcance, tomó la decisión de someterse a un reconocimiento médico para demostrar su pertenencia al género masculino y así poder seguir ejerciendo el oficio de estoqueadora; certificado que, según afirmaban algunos de sus detractores, estaba falseado. A partir de ese momento cambió su nombre por el de Agustín Rodríguez El Reverte, lo que no impidió que en octubre de 1911, en virtud de una denuncia presentada, el gobernador civil de Vizcaya le exigiese la presentación de su partida de bautismo para poder demostrar fehacientemente su pertenecía al género masculino antes de autorizar su actuación en la plaza de toros de Indautxu. No mucho tiempo después no le quedó más remedio que cortarse la coleta.

Carabina al hombro, la antigua novillera consumió los años siguientes de su vida trabajando de guardia de seguridad en una mina de Vilches (Córdoba). En el mes de septiembre de 1934, cuando ya contaba con 56 años de edad cumplidos, se volvió a autorizar la lidia femenina; momento que un avispado empresario aprovechó para promover la reaparición del torero bisexual en la capital de la República. Con el pelo totalmente cano y noventa kilos de peso, se ajustó una guayabera blanca y un pantalón negro entallado, en lugar del clásico traje de luces, para torear en la plaza de Madrid; tarde que cosechó un gran fracaso que hizo se volvieran a olvidar de él torero o torera.