Garapullos por Máuseres. El presidente Cardenas decreta el retorno de los toreros mejianos a su país.

Un adelanto mas del capitulo del libro Garapullos por Múseres (La fiesta de los toros durante la Guerra Civil)

13 de junio de 1936
El presidente Cardenas decreta el retorno de los toreros mejianos a su país.

Reyertas taurómacas
El café Colón, sito en calle de Alcalá de Madrid, era uno de los puntos de encuentro habituales de los protagonistas del planeta taurino. El desencuentro entre los toreros españoles y mexicanos alcanzó su punto más álgido la tarde del 13 de junio. Esa noche el banderillero Manuel Vilches Parrita apareció en la cantina acompañado de un nutrido grupo de colegas de oficio, entre los que destacaba el matador de toros Maravilla, quien sin mediar palabra golpeó con un bastón en la cabeza y por sorpresa a Miguel Torres, apoderado del diestro mexicano El Soldado, que se encontraba sentado en una mesa acompañado de sus hijos y de varios amigos. De repente, todos los allí presentes se vieron envueltos en una colosal batalla campal. Por los aires de la taberna volaron sillas, vasos, botellas, algunos palos, varias puntillas –de rematar reses–, algunos estoques de descabellar y la barra de hierro que empuñaba Antonio García. Transcurrió un buen rato hasta que hizo acto de presencia un retén de policía, pistola en mano, con el cometido de imponer la paz tabernaria. A pesar de que se vio desbordado por el numeroso grupo de contendientes, tras grandes esfuerzos consiguió desalojar a los alborotadores .

El servicio de atención sanitaria certificó que Miguel Torres sufría una herida de pronóstico reservado y su hijo Rafael dos cuchilladas de arma blanca de pronóstico grave, en la espalda y costado. A su vez, Parrita lucía una profunda herida en el cuello y dos tajos en pecho y espalda, de pronóstico igualmente grave. También resultó lesionado de cierta consideración el novillero Ricardo Martín Trasmonte.
Del suelo del café se recogieron numerosas puntillas, bastones, porras, estoques y armas blancas. No satisfechos con los resultados de la trifulca, unos minutos más tarde el mismo grupo de huelguistas radicales se personó en la taberna El Gallo, situada en la calle del Pozo propiedad del propio Miguel Torres, donde destrozaron cuantos enseres encontraron a su paso hasta que de nuevo aparecieron las fuerzas de orden público y les pusieron en fuga.

Miguel Torres declaró que la agresión tenía su origen en la corrida de toros celebrada en Murcia dos días antes, en cuyo cartel figuraban únicamente espadas charros. El representante de los estoqueadores mexicanos argumentó que desde ese día no había parado de recibir amenazas de muerte telefónicas, lo que le obligaba a comparecer en la vía pública acompañado de sus hijos. En relación con las violentas agresiones recibidas, afirmó que cuando se sintió atacado se levantó para defenderse, aunque poco después presenció cómo Parrita apuñalaba a su hijo Rafael con una puntilla, de manera que se abalanzó sobre el banderillero y le arrebató el arma agresora, con la que le devolvió tantos zurriagazos como fue capaz. Parrita, por su parte, argumentó que la agresión había partido del apoderado.

La empresa de Las Ventas se vio obligada a comunicar a la autoridad gubernativa la imposibilidad de programar la corrida de toros prevista para el domingo 14 de junio, tras confesarse incapaz de escriturar a un solo estoqueador hispano dispuesto a alternar junto a los aztecas. El domingo día 21 Manolo Bienvenida, Gregorio Corrochano, Fernando Domínguez y el jinete luso Simao de Veiga actuaron en el mismo redondel con normalidad. Cuatro días después, con reses de Clairac, retornaron a Madrid Manolo Bienvenida y Domingo Ortega, quienes ofrecieron una pésima tarde de toros en la que comprobaron el resentimiento que les guardaba el público.

28 de junio de 1936
Los toreros mexicanos retornan a su país
A medida que transcurría el mes de junio el pleito taurino se enconaba sin solución a la vista tras romperse todas las negociaciones abiertas y a pesar de los extraordinarios oficios desplegados por el embajador de México y el diputado provincial, Muro. Los toreros nacionales habían adoptado una actitud irreducible que daba al traste con todas las corrientes de concordia que se ponían sobre la mesa. Hasta que el presidente de la república mexicana Lázaro Cárdenas decretó el retorno a su país de todos los lidiadores aztecas que se encontraban en España sin poder ejercer su profesión. La mayoría en condiciones muy precarias.

El 10 de junio se recibieron los doce primeros pasajes. Quince días después se transfirió a la delegación fiscal mexicana en París la suma de 9.610 pesos, imprescindible para sufragar la adquisición del resto de los billetes necesarios para repatriar al resto de los lidiadores. El 28 de junio abordaron el transatlántico Cristóbal Colón en Santander los últimos veinticuatro estoqueadores rumbo al puerto de Veracruz, previa escala en La Coruña y La Habana. Entre ellos se encontraban Jesús González Pañeda El Indio, Rodolfo Rodarte, Fernando López Hidalgo, Rodrigo Velasco, Silverio Pérez, Terremoto, Fernando López, Rodolfo Velásquez, el varilarguero Barana y los banderilleros Vicente Cárdenas Maera, José López, Pinocho, Reveri y Gómez Blanco.

También anunció su decisión de retornar a su país natal Armillita tras enviar una emotiva carta de despida a la afición española, que suscribieron veinticinco compañeros de su misma nacionalidad y apareció publicada en el diario Informaciones. En el mismo transatlántico viajaron Fermín Espinosa Sabucedo (Armillita Chico), su hermano Juan Espinosa Armillita I, sus banderilleros Zenaído y José Espinos, el mozo de estoques Gilberto Sánchez y sus padres Fermín y María.

Antonio Fernánde Casado
editorialacatedra@editorialacatedra.com