Garapullos por Máuseres. 29 de mayo de 1936: Victoriano de la Serna se deja coger en Las Ventas

29 de mayo de 1936

Victoriano de la Serna se deja coger en Las Ventas

La tarde del 29 de mayo la tensión se mascaba en los alrededores de Las Ventas desde mucho tiempo antes de que arrancase la corrida anunciada esa tarde. Las opiniones de los aficionados se encontraban muy divididas. Los espectadores de sol, en su mayoría, eran partidarios de los diestros españoles, lo que les movió a los estoqueadores anunciados (Manolo Bienvenida, Domingo Ortega y De la Serna con toros de Clairac, grandes, broncos y difíciles, a la que vez que poderosos y mansurrones) a tener que arriesgarse al límite en sus duelos con los astados.

A pesar de ser viernes, La Monumental mostraba todos sus asientos ocupados. Entre los espectadores se escuchaban innumerables muestras de simpatía hacia los estoqueadores americanos. El rumor acerca de la supuesta presencia de Armillita, sentado entre el público, fue acogida con fuertes y prolongados aplausos. En paralelo, una gran parte del auditorio manifestó con reiteración su descontento con la huelga taurina. La tensión se mascaba por doquier.

Los aficionados habían acogido la actuación del maestro segoviano con sorna y gritos de “A la huelga, a la huelga…”. Ninguno de los tres espadas, a pesar de los esfuerzos que desplegaban, lograba arrancar un solo aplauso. El encierro era muy difícil y el nerviosismo sobrevolaba el recinto, hasta que llegaron las primeras increpaciones, que el revistero Alfredo R. Antigüedad reflejó con precisión:

“¡Los mexicanos…! ¡Que vengan los mexicanos!”.

“¡Y para esto queréis que no vengan!”.

Cuando le llegó el turno, De la Serna cogió la muleta, se fue derecho y con decisión hacia el burel, sin importarle el peligro que tenía, con el que intentó fajarse en corto, con pases de castigo. Pero a pesar de la machacona voluntad del diestro castellano el bicho no obedecía. El público le seguía increpando con redundancia hasta llegar a arrojar algunas almohadillas al ruedo. El momento de mayor tensión se produjo cuando desde uno de los tendidos se escuchó una estruendosa voz anónima que afirmó:

“¡Que vengan los mexicanos…, cobarde!”.

Victoriano de la Serna, que acostumbraba a dialogar con los espectadores, interrumpió la lidia lleno de indignación y se dirigió al lugar desde donde había partido el insulto y en voz bien alta respondió:

“Ahora veremos quién es el cobarde… Si vosotros o yo”.

Según el mismo revistero:

“El huracán de protestas se acalló momentáneamente. De la Serna se fue hacia el toro, tiró la muleta y se hincó de rodillas ante la cara del animal… Una arrancada… y el toro se llevó prendido en sus pitones el cuerpo del espada. Cuando le recogen las asistencias, el torero solicita le lleven por la parte del callejón del tendido desde donde le habían insultado. Al pasar se incorpora ligeramente, y les vuelve a increpar: ‘¿Quién es el cobarde?’”.

Muchos años después, el critico de ABC, Suárez-Guanes recogió una versión muy similar del suceso, justo en el instante en que la plaza entera comenzó a vociferar “Armillita, Armillita”:

“El estilista torero de Sepúlveda tira la muleta y estoque mientras grita: ‘¡¡Viva España!! ¡¡Vivan los toreros españoles!!’ (…) De la Serna, con fama de medroso –como todos los toreros artistas– da una lección de valor, de hombría, y se deja pegar la cornada para dejar bien alto el pabellón de los toreros…”[i].

En la revista El Ruedo[ii] el propio matador de toros le confesó al reportero Santiago Córdoba, su propia versión del incidente:

Aquello fue tremendo. Salimos a torear Manolito Bienvenida, Ortega y yo una corrida de Clairac. Durante toda la corrida íbamos todos de cabeza, y el llegar el sexto toro la descargó sobre mí. Yo fui el elegido, porque cualquiera de mis compañeros habría hecho lo mismo que yo. Escribir una página para la historia con sangre. Yo interpretaba los gritos contra los toreros españoles y perdí el control, olvidándome del torero para que surgiera el español que todos llevamos dentro. Y al grito de ¡Viva España! me metí dentro del toro, se puso en pie el público, aclamándome, y en un desplante me alcanzó el toro, dándome una cornada que me duró seis meses. Hoy llevó esa cicatriz con mucho orgullo”.

A lo largo de su carrera, Victoriano de la Serna únicamente resultó herido de gravedad en cuatro ocasiones. En la entrevista del semanario taurino el propio torero recordó cómo,

“La que más me emociona al recordarla fue la de Madrid del año 1936, en que, en un ambiente turbio de pasiones indefinidas, que coincidían con el pleito entre toreros españoles y mexicanos, me dejé coger a conciencia, como protesta hacia aquel ambiente, al grito de ¡Viva España!”.

Victoriano de la Serna Gil (Sepúlveda, 1908 – Ciudad Real, 1981), miembro de una acomodada familia castellana, compatibilizó en los casi tres años de guerra civil la profesión de lidiador con la de médico del Hospital Militar Alfonso Carlos, abierto en el seminario de Pamplona[iii]. Con motivo del conflicto hispano-mexicano fue uno de los oradores más activos en la asamblea gremial celebrada en el Teatro Maravillas. En los inicios de su carrera le apoderaba Bienvenida padre.


[i] José Luis Suárez-Guanes. Madrid Cátedra del Toreo (1931-1990). Espasa y Calpe. Madrid, 1990.

[ii] El Ruedo, noviembre de 1956.

[iii] En este hospital provisional se reponían los requetés heridos.